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FILOSOFÍA DE LAS IMÁGENES (APUNTES INICIALES)

Por Guillermo Yáñez Tapia*

"Matrix"

i. Una filosofía particular de las imágenes debiera intentar aclarar, primero que nada, por qué hablar de imágenes y no de imagen. Creo que la cuestión tiene que ver con la naturaleza misma del objeto sobre el que queremos filosofar. Si buscamos filosofar sobre la imagen entenderemos, sin decirlo, que hay una cierta cuestión esencial que atraviesa a todos los objetos que reconocemos como tales. La imagen respondería a eso que se mantiene, de alguna manera, intacto a la configuración del soporte que permite que aparezca. Independiente si dicha configuración técnica es propia de la mano y el ojo del autor o aquella que articula al aparato que la hace posible. La imagen, en tanto elemento esencial propio del objeto al que llamamos y reconocemos de esa forma, requeriría de una filosofía que escape tanto a la técnica como a la Historia. Pienso que suponer algo así impide abordar filosóficamente a la imagen como un complejo en el que la imagen es únicamente un elemento del ver, de la visualidad y del objeto en cuestión. Un objeto que son muchos objetos y que se acumulan históricamente, atravesados por tensiones de índole ideológicas, perceptivas, estéticas, políticas, psiconalíticas, históricas, textuales, etc. Desde un punto de vista filosófico, las imágenes conforman el “modo de imaginar” propio de una época que deforma los “modos de imaginar” previos operando, por ejemplo, sobre el modo en que imaginamos el territorio. Los “modos de imaginar” que portan las imágenes responden a un modo de constituir a territorio desplegando el sentido y la lógica que se reconocen en él con el solo hecho de enfrentarnos a tal o cual tipo de imágenes.


ii. El tema del territorio nos lleva al ejemplo dado por Baudrillard, tomando como cita el brevísimo cuento de Jorge Luis Borges “Del rigor de la ciencia”. Ese donde el mapa termina convirtiéndose en el territorio. ¿Cómo es posible que un mapa pueda tener el tamaño del imperio coincidiendo exactamente por él? El problema, por supuesto, nos arroja a la cuestión de la correspondencia entre las imágenes de un territorio y el territorio mismo. Esta correspondencia habla de que existiría un lugar (el territorio) del cual se haría su representación (las imágenes). Esto abre un flanco filosófico no menor que se relaciona con la cuestión de la veracidad de las imágenes. La historia de la fotografía muestra que este tipo de imágenes provocó debates en torno a la veracidad que hasta el día de hoy siguen siendo referidos de cuando en cuando. Volvamos al territorio y su representación. La irrupción de las tecnologías de la imagen derivadas de la informática ha logrado abrir un “modo de imaginar” un mapa del tamaño del territorio. No sólo a nivel perceptible para nosotros, sino incluso a nivel de aquello de lo cual no podemos mirar directamente. Únicamente lo podemos “ver” gracias a que las imágenes digitales hacen posible que lo imaginemos. Curiosamente, en la medida en que hemos logrados mapear digitalmente el territorio global y el infra perceptible, nuestro modo de imaginar el territorio pareciera haber disminuido drásticamente sus dimensiones.


iii. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en la inmediatez de los registros realizados en las antípodas. La velocidad de dicha inmediatez, siguiendo a Paul Virilio, al aumentar, hace disminuir de manera proporcionalmente inversa las distancias. Lo que estaba lejos es imaginado aquí y ahora. Walter Benjamin descubriría en ello una paradoja. Esto porque si la obra de arte, en su reproductibilidad técnica, pierde su “aquí y ahora”, la imagen digital del mundo la recupera mediante la superación imaginaria de la distancia geográfica. El sentido y la lógica de las imágenes han cambiado en el soporte digital; al imaginar el territorio bajo sus coordenadas, el modo de conocerlo también se modifica. Así, las imágenes abren modos de conocer el territorio, de imaginarlo, que derivan del “modo de imaginar” que se despliega en un aparato específico: el digital.


iv. Para Gottfried Bohem, “lo «icónico» reposa sobre una diferencia realizada por el ver, y fundamenta la posibilidad de ver lo uno a la luz de lo otro, de ver, por ejemplo, en unas pocas líneas una figura” (García, 2011: 90). Dicha diferencia hace que las imágenes abran un “modo de imaginar-las”. Esto podría definirse como el modo en que el sentido y la lógica son articulados mediante las imágenes. Hay algo que escapa a la superficie misma y abre algo que es, en cierta forma, una esfera de sentido que cuenta sobre su superficie con las distintas imágenes que la componen. Las imágenes ofrecen un sentido que se articula en ellas a partir de la apertura que dan del sentido y la lógica que encierran. Las imágenes hacen del territorio una superficie articulada desde el “modo de imaginar” que lo pliega y despliega en cierto sentido y lógica.


v. Si seguimos a Hans Belting en su reconocido libro “Antropología de la imagen”, al hablar de imágenes debemos reconocer que “las imágenes se entienden como imágenes del recuerdo y de la imaginación con las cuales interpretamos el mundo” (Belting, 2007: 263), pero no debe entenderse esto como una simple interpretación sino más bien como una articulación. El problema fue que intentamos interpretar las imágenes como si fueran simple canales de comunicación, cuando más bien son aperturas que hacen que el mundo, en tanto territorio, por ejemplo, irrumpa para nosotros. Las imágenes nos obligan a conocer porque hacen sentido. Cuando una imagen no hace sentido para nosotros reconocemos que no estamos frente a ellas. Las imágenes únicamente se despliegan cuando reconocemos en ellas un sentido posible. De ahí que se hable de “fotografía digital”. Se leen las imágenes en la pantalla digital desde el sentido abierto por el aparato fotográfico para imaginar las fotografías. No hay fotografías digitales, sino imágenes digitales. Es dicha contaminación en los modos de imaginar lo que también hace posible que el territorio aún pueda imaginarse de modos de imaginar previos, pero que, en rigor, son diferentes.


vi. Una filosofía de las imágenes ha de enfrentar las contaminaciones como un síntoma que hace de las imágenes lugares de sentido que poseen una lógica propia. Una filosofía de las imágenes ha de encontrar su objeto en las imágenes como “modos de imaginar” diferenciados, que encierran modos de conocer y experimentar aquello que reconocemos como mundo. Al modificarse las imágenes se modifica el modo de percibirlo, entenderlo y comprenderlo.

Referencias

Belting, Hans (2007). Antropología de la imagen. México: Katz.

García Vargas, Ana, ed. (2011). Filosofía de la imagen. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Guillermo Yáñez Tapia es investigador en el Centro de Estudios Visuales NOiMAGEN (noimagen.net) y director de la Fundación para el Estudio de la Imagen y la Visualidad Contemporáneas, iViCON (ivicon.net). Es Dr. en Filosofía por la Universidad de Chile y Licenciado en Fotografía.

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